Manuel es de esas personas que se aburren en las
fiestas. No es que necesariamente la pase mal; sino que mientras todos bailan
un poco copeteados, él se queda sentado en la mesa observando y pensando.
Nunca falta una prima fiestera que pasa y lo
agarra del brazo para que se levante y se convierta en un vagón más del
intolerable trencito. Pero Manuel, con su experiencia en múltiples fiestas, ya
sabe sentarse estratégicamente para que esto no sucede, si así y todo, llegará
a darse esa situación, él siempre tiene la excusa perfecta para mantener su
lugar, estoico e inmutable.
Manuel acepta su papel fiesteril con altura y
orgullo. Él ve cada fiesta como una película de Hollywood de esas con fondos
croma y efectos especiales a roletes. Hay unos personajes protagonistas, que
pueden ser los novios o la quinceañera de turno; unos personajes secundarios
cuyo papel es generalmente interpretado por los familiares más cercanos o los
mejores amigos de los protagonistas. También hay una serie de extras y
personajes de relleno que están para que todo no se vea vacío. El guión es
siempre parecido. La historia de amor y/u odio que llevó a la ¿feliz? pareja a
tomar semejante decisión o a veces, generalmente en los cumpleaños de 15, no
hay un guión muy claro y la película transita por diferentes historias
laterales muy chiquitas y poco interesantes, salvo honrosas excepciones.
En este reparto de papeles, Manuel es "el
aburrido que no baila" y es el mejor intérprete, con sus 24 años y su
escasa experiencia en relaciones amorosas, casi un cliché. Como no hay papeles
chicos o papeles grandes, sino buenos actores o malos actores, esta película
vamos a centrarla en su personaje.
Durante todas las rondas de baile que se suceden
a lo largo de los festejos, por la cabeza de Manuel pasan diferentes cosas. A
veces se siente un boludo por no poder disfrutar igual que todo el resto del
elenco; otras veces se siente superior al no entregarse a esos ritmos
estridentes y alienantes que transforman al resto de subnormales en robotitos
con los circuitos quemados. En otras ocasiones su mente divaga por cualquier
lado o simplemente intenta dilucidar si las luces y los lasers hacen un
recorrido al azar o tienen un complejo algoritmo que se repite cada X cantidad
de tiempo o beats de la música.
Manuel, como se imaginarán, es callado y un poco
tímido. Pero no le molesta hablar de cualquier tema con gente de confianza o
que él considera muy inteligente. De más está decir que Manuel no es un
personaje común.
La fiesta en la que comenzó esta historia se
desarrollaba en una carpa ubicada en una quinta. No había nada de particular en
lo referente a la celebración. Se casaba una pareja de amigos no demasiado
cercanos pero tampoco demasiado lejanos. Iban compañeros de trabajo en la misma
situación que Manuel y estaban en la misma mesa.
Un poco alejada de la carpa principal había una
segunda carpa, más pequeña y con silloncitos, supone este cronista y también
Manuel que para poder alejarse un poco del ruido de la música cuando la fiesta
estuviera en su cenit y la gente un poco agotada. Igual, el objetivo real de
esa segunda carpa, para nuestro protagonista era "esconderse" allí
durante los bailongos.
Dicho y hecho, cuando en la tercera tanda
danceril una compañera de trabajo andaba arriando gente de las mesas, Manuel
rápidamente tomó su vaso y se alejó caminando hacia la carpa suplente. Con gran
éxito se acomodó en una punta del sillón más chico y se puso a pensar en cosas.
Es justo acá, donde entra en escena el segundo
protagonista. Porque mientras Manuel pensaba en cosas, Sofía, con sus zapatos
en la mano, se acercaba en puntas de pie por el frío rocío nocturno a la carpa
B, en busca de un poco de silencio y paz.
Sofía es una típica joven de 22 años que estudia
diseño de algo, es inteligente y simpática pero no le caben las boludeces. Es
seria, tiene las ideas claras y hace lo que quiere, cuando quiere y sin depender
de nadie. Por lo cual, no necesita tantas explicaciones ni detalles como el
otro personaje. Es a simple vista, por así decirlo, normal.
Al ver venir a Sofía, se encendió en Manuel, una
luz de esperanza. Le gustó cuando la vio de lejos y mucho más cuando se sentó
en el sillón contiguo y lo saludó con un "Hola". Manuel se limitó a
un "Hola ¿Qué tal?" y nada más. Nunca sabe cómo romper el hielo y
teme con el alma que cualquier palabra de más que salga de su boca sea oída
como la mayor estupidez de la historia de la humanidad, ya le pasó varias
veces.
Sofía se masajeaba un poco los pies sin mirar a
Manuel. Él, por su parte, tomaba tragos cortos mientras pensaba algo
mínimamente lógico para destrabar ese silencio casi ridículo. La ayuda vino
desde la cabina del DJ. Sonaba "Celebration"; Manuel, lleno de dudas
dijo "A este tema siempre se le pega Funky Town". Sofía lo miro, no
esperaba iniciar una conversación, pero por esas cosas del destino "Funky
Town" tomó el centro de la escena y Sofía le sonrió a Manuel e
inmediatamente se presentó, tras lo cual él hizo lo propio. Ella preguntó si
era amigo del novio o de la novia, Manuel dijo que era compañero de trabajo del
novio y le preguntó lo mismo a ella, que resultó ser prima segunda de la recién
casada. Manuel dejó que Sofía liderara la conversación para así asegurarse de
no decir tantas estupideces. Las cosas iban bien, ella se pasó al sillón en el
que estaba Manuel. La charla se fue hacia el lado de la tecnología que él
dominaba bastante y particularmente a los celulares, ya que Sofía estaba
pensando en cambiar el suyo y Manuel tenía uno nuevo y muy groso. Se lo prestó
a Ella para que lo vea y todo iba como por un tubo. Pero los temas empezaban a
agotarse.
Manuel, ante el primer silencio incómodo tuvo que
usar su comodín. "¿Querés tomar algo?" le preguntó, y ante la
respuesta afirmativa de Sofía se fue hasta la barra y buscó un par de tragos
mientras pensaba como podía hacer para pedirle el teléfono o mail o twitter o
facebook o la dirección o algo para que la relación no terminara antes de
empezar. También a raíz de eso, pensó en como harían sus amigos más mujeriegos
en esas situaciones, pero sabía la respuesta a eso: ellos simplemente lo piden.
Malditos.
Mientras volvía a la carpa con los tragos y veía
que Sofía seguía ahí y que además seguía sola, supo que tenía que arriesgarse y
hacer todo lo posible para que siguieran en contacto. Después de todo aunque
sea un poco le debo interesar, pensó.
Llegó, le dio su trago y ella volvió a tomar el
control de la charla, lo cual, en cierta forma tranquilizó a Manuel. Mientras
contestaba y re-preguntaba, trataba, sin éxito de dirigir la conversación hacia
algún lado que le permitiera aunque sea sugerir la posibilidad de volverse a
ver.
De pronto, el horror.
Tres amigos de Manuel se acercaban a la carpa, SU
carpa. Trató de ignorar pero no pudo. Llegaron “con bombos y platillos” y
pusieron fin a aquella tarea fina y estratégica que estaba realizando con
aquella chica. El clima en el lugar cambió, sus amigos lo interrumpían y cuestionaban
acerca de Sofía y él contestaba con evasivas. Sofía, simpática como es, trató
de soportarlos, luego se puso los zapatos y le dijo a Manuel que tenía que
buscar a su tía o algo así.
Se alejó de la carpa ante la decepción de Manuel.
El odio hacia sus amigos, en ese momento era inocultable; ellos nunca se dieron
cuenta igual. Es una de las consecuencias del alcohol en sangre. Manuel, se
quedó tirado en el sillón masticando su bronca, no les dijo nada porque los
creyó capaces de ir a buscar a Sofía e incluso anunciar por altoparlantes su
amor hacia la chica. Ni bien se enfrió un poco de todos esos pensamientos salió
de la carpa y se dirigió a su mesa. Ya era hora del postre.
Mientras comía sin mucho interés el helado de
crema americana buscó con la vista a Sofía por el salón pero no la encontró.
Terminó de comer el helado. Estaba triste, visiblemente triste. Sabía igual que
nadie lo notaría, por esa cosa del alcohol en sangre y porque la gente que
estaba con él en esa mesa, no era especialmente perceptiva.
Vino una nueva sesión de baile pero ya ni se
preocupó en ocultarse. Es más, estaba dispuesto a contestar violentamente ante
una propuesta de "unirse a la joda". Nada ocurrió, él se quedó allí
una hora interminable, levantando de vez en cuando la vista en busca de chicas
que pudieran ser Sofía pero no la vio. “Se habrá ido”, pensó. “Buscaba a la tía
para irse, y ya no tengo la más mínima chance de encontrarla” se convenció
finalmente.
Terminado el baile, esperó que los recién casados
se sentaran en su mesa, la “1”, se acercó a ellos, los saludó con la mejor cara
que su dolor le permitió y fue hacia la puerta sin mirar atrás. Sin despedirse
de ninguna otra persona, ni de sus compañeros de mesa, ni de sus compañeros de
trabajo, ni de sus amigos que le arruinaron la oportunidad de su vida.
Ni bien salió del salón empezó a caminar hacia la
puerta de la quinta con la idea de tomarse un taxi, escuchó a sus espaldas unos
taquitos apresurados, no se dio vuelta para no desilusionarse.
"Manuel" dijo la dueña de los taquitos, ¿era la voz de Sofía? Le dio
un vuelco el corazón y giró lentamente. La vio, con una sonrisa hermosa y unos
ojos tiernos. La vio y no dijo nada. Espero, una vez más que ella hablara, más
que nada porque estaba sorprendido y anonadado y las palabras se le
entremezclaban en el lóbulo frontal.
"Anotá mi celular. Bah, si querés. La pase bien
hablando con vos" dijo Sofía; Manuel sacó su celular disimulando el
tembleque y le dijo "Yo también la pasé bien". Anotó el teléfono de
Sofía y se lo preguntó dos veces más para asegurarse de haberlo escrito bien.
Se despidieron, y Sofía lo beso en la mejilla.
Ella volvió a la fiesta y él siguió su camino. El odio que lo aquejaba se había
transformado en felicidad inmensa y alegría incontenible.
Llegó a la
calle con una sonrisa de oreja a oreja. Empezó a caminar sin rumbo y a pensar
cuando sería apropiado llamar a la chica más hermosa del mundo.
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