lunes, 9 de abril de 2012

Historia de dos personas que se conocieron una fiesta

Manuel es de esas personas que se aburren en las fiestas. No es que necesariamente la pase mal; sino que mientras todos bailan un poco copeteados, él se queda sentado en la mesa observando y pensando.
Nunca falta una prima fiestera que pasa y lo agarra del brazo para que se levante y se convierta en un vagón más del intolerable trencito. Pero Manuel, con su experiencia en múltiples fiestas, ya sabe sentarse estratégicamente para que esto no sucede, si así y todo, llegará a darse esa situación, él siempre tiene la excusa perfecta para mantener su lugar, estoico e inmutable.
Manuel acepta su papel fiesteril con altura y orgullo. Él ve cada fiesta como una película de Hollywood de esas con fondos croma y efectos especiales a roletes. Hay unos personajes protagonistas, que pueden ser los novios o la quinceañera de turno; unos personajes secundarios cuyo papel es generalmente interpretado por los familiares más cercanos o los mejores amigos de los protagonistas. También hay una serie de extras y personajes de relleno que están para que todo no se vea vacío. El guión es siempre parecido. La historia de amor y/u odio que llevó a la ¿feliz? pareja a tomar semejante decisión o a veces, generalmente en los cumpleaños de 15, no hay un guión muy claro y la película transita por diferentes historias laterales muy chiquitas y poco interesantes, salvo honrosas excepciones.
En este reparto de papeles, Manuel es "el aburrido que no baila" y es el mejor intérprete, con sus 24 años y su escasa experiencia en relaciones amorosas, casi un cliché. Como no hay papeles chicos o papeles grandes, sino buenos actores o malos actores, esta película vamos a centrarla en su personaje.
Durante todas las rondas de baile que se suceden a lo largo de los festejos, por la cabeza de Manuel pasan diferentes cosas. A veces se siente un boludo por no poder disfrutar igual que todo el resto del elenco; otras veces se siente superior al no entregarse a esos ritmos estridentes y alienantes que transforman al resto de subnormales en robotitos con los circuitos quemados. En otras ocasiones su mente divaga por cualquier lado o simplemente intenta dilucidar si las luces y los lasers hacen un recorrido al azar o tienen un complejo algoritmo que se repite cada X cantidad de tiempo o beats de la música.
Manuel, como se imaginarán, es callado y un poco tímido. Pero no le molesta hablar de cualquier tema con gente de confianza o que él considera muy inteligente. De más está decir que Manuel no es un personaje común.
La fiesta en la que comenzó esta historia se desarrollaba en una carpa ubicada en una quinta. No había nada de particular en lo referente a la celebración. Se casaba una pareja de amigos no demasiado cercanos pero tampoco demasiado lejanos. Iban compañeros de trabajo en la misma situación que Manuel y estaban en la misma mesa.
Un poco alejada de la carpa principal había una segunda carpa, más pequeña y con silloncitos, supone este cronista y también Manuel que para poder alejarse un poco del ruido de la música cuando la fiesta estuviera en su cenit y la gente un poco agotada. Igual, el objetivo real de esa segunda carpa, para nuestro protagonista era "esconderse" allí durante los bailongos.
Dicho y hecho, cuando en la tercera tanda danceril una compañera de trabajo andaba arriando gente de las mesas, Manuel rápidamente tomó su vaso y se alejó caminando hacia la carpa suplente. Con gran éxito se acomodó en una punta del sillón más chico y se puso a pensar en cosas.
Es justo acá, donde entra en escena el segundo protagonista. Porque mientras Manuel pensaba en cosas, Sofía, con sus zapatos en la mano, se acercaba en puntas de pie por el frío rocío nocturno a la carpa B, en busca de un poco de silencio y paz.
Sofía es una típica joven de 22 años que estudia diseño de algo, es inteligente y simpática pero no le caben las boludeces. Es seria, tiene las ideas claras y hace lo que quiere, cuando quiere y sin depender de nadie. Por lo cual, no necesita tantas explicaciones ni detalles como el otro personaje. Es a simple vista, por así decirlo, normal.
Al ver venir a Sofía, se encendió en Manuel, una luz de esperanza. Le gustó cuando la vio de lejos y mucho más cuando se sentó en el sillón contiguo y lo saludó con un "Hola". Manuel se limitó a un "Hola ¿Qué tal?" y nada más. Nunca sabe cómo romper el hielo y teme con el alma que cualquier palabra de más que salga de su boca sea oída como la mayor estupidez de la historia de la humanidad, ya le pasó varias veces.
Sofía se masajeaba un poco los pies sin mirar a Manuel. Él, por su parte, tomaba tragos cortos mientras pensaba algo mínimamente lógico para destrabar ese silencio casi ridículo. La ayuda vino desde la cabina del DJ. Sonaba "Celebration"; Manuel, lleno de dudas dijo "A este tema siempre se le pega Funky Town". Sofía lo miro, no esperaba iniciar una conversación, pero por esas cosas del destino "Funky Town" tomó el centro de la escena y Sofía le sonrió a Manuel e inmediatamente se presentó, tras lo cual él hizo lo propio. Ella preguntó si era amigo del novio o de la novia, Manuel dijo que era compañero de trabajo del novio y le preguntó lo mismo a ella, que resultó ser prima segunda de la recién casada. Manuel dejó que Sofía liderara la conversación para así asegurarse de no decir tantas estupideces. Las cosas iban bien, ella se pasó al sillón en el que estaba Manuel. La charla se fue hacia el lado de la tecnología que él dominaba bastante y particularmente a los celulares, ya que Sofía estaba pensando en cambiar el suyo y Manuel tenía uno nuevo y muy groso. Se lo prestó a Ella para que lo vea y todo iba como por un tubo. Pero los temas empezaban a agotarse.
Manuel, ante el primer silencio incómodo tuvo que usar su comodín. "¿Querés tomar algo?" le preguntó, y ante la respuesta afirmativa de Sofía se fue hasta la barra y buscó un par de tragos mientras pensaba como podía hacer para pedirle el teléfono o mail o twitter o facebook o la dirección o algo para que la relación no terminara antes de empezar. También a raíz de eso, pensó en como harían sus amigos más mujeriegos en esas situaciones, pero sabía la respuesta a eso: ellos simplemente lo piden. Malditos.
Mientras volvía a la carpa con los tragos y veía que Sofía seguía ahí y que además seguía sola, supo que tenía que arriesgarse y hacer todo lo posible para que siguieran en contacto. Después de todo aunque sea un poco le debo interesar, pensó.
Llegó, le dio su trago y ella volvió a tomar el control de la charla, lo cual, en cierta forma tranquilizó a Manuel. Mientras contestaba y re-preguntaba, trataba, sin éxito de dirigir la conversación hacia algún lado que le permitiera aunque sea sugerir la posibilidad de volverse a ver.
De pronto, el horror.
Tres amigos de Manuel se acercaban a la carpa, SU carpa. Trató de ignorar pero no pudo. Llegaron “con bombos y platillos” y pusieron fin a aquella tarea fina y estratégica que estaba realizando con aquella chica. El clima en el lugar cambió, sus amigos lo interrumpían y cuestionaban acerca de Sofía y él contestaba con evasivas. Sofía, simpática como es, trató de soportarlos, luego se puso los zapatos y le dijo a Manuel que tenía que buscar a su tía o algo así.
Se alejó de la carpa ante la decepción de Manuel. El odio hacia sus amigos, en ese momento era inocultable; ellos nunca se dieron cuenta igual. Es una de las consecuencias del alcohol en sangre. Manuel, se quedó tirado en el sillón masticando su bronca, no les dijo nada porque los creyó capaces de ir a buscar a Sofía e incluso anunciar por altoparlantes su amor hacia la chica. Ni bien se enfrió un poco de todos esos pensamientos salió de la carpa y se dirigió a su mesa. Ya era hora del postre.
Mientras comía sin mucho interés el helado de crema americana buscó con la vista a Sofía por el salón pero no la encontró. Terminó de comer el helado. Estaba triste, visiblemente triste. Sabía igual que nadie lo notaría, por esa cosa del alcohol en sangre y porque la gente que estaba con él en esa mesa, no era especialmente perceptiva.
Vino una nueva sesión de baile pero ya ni se preocupó en ocultarse. Es más, estaba dispuesto a contestar violentamente ante una propuesta de "unirse a la joda". Nada ocurrió, él se quedó allí una hora interminable, levantando de vez en cuando la vista en busca de chicas que pudieran ser Sofía pero no la vio. “Se habrá ido”, pensó. “Buscaba a la tía para irse, y ya no tengo la más mínima chance de encontrarla” se convenció finalmente.
Terminado el baile, esperó que los recién casados se sentaran en su mesa, la “1”, se acercó a ellos, los saludó con la mejor cara que su dolor le permitió y fue hacia la puerta sin mirar atrás. Sin despedirse de ninguna otra persona, ni de sus compañeros de mesa, ni de sus compañeros de trabajo, ni de sus amigos que le arruinaron la oportunidad de su vida.
Ni bien salió del salón empezó a caminar hacia la puerta de la quinta con la idea de tomarse un taxi, escuchó a sus espaldas unos taquitos apresurados, no se dio vuelta para no desilusionarse. "Manuel" dijo la dueña de los taquitos, ¿era la voz de Sofía? Le dio un vuelco el corazón y giró lentamente. La vio, con una sonrisa hermosa y unos ojos tiernos. La vio y no dijo nada. Espero, una vez más que ella hablara, más que nada porque estaba sorprendido y anonadado y las palabras se le entremezclaban en el lóbulo frontal.
"Anotá mi celular. Bah, si querés. La pase bien hablando con vos" dijo Sofía; Manuel sacó su celular disimulando el tembleque y le dijo "Yo también la pasé bien". Anotó el teléfono de Sofía y se lo preguntó dos veces más para asegurarse de haberlo escrito bien.
Se despidieron, y Sofía lo beso en la mejilla. Ella volvió a la fiesta y él siguió su camino. El odio que lo aquejaba se había transformado en felicidad inmensa y alegría incontenible.
 Llegó a la calle con una sonrisa de oreja a oreja. Empezó a caminar sin rumbo y a pensar cuando sería apropiado llamar a la chica más hermosa del mundo.

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