Dormir toda la noche de corrido es cada vez más difícil. Hay
que levantarse al baño al menos una vez por noche. Pero no me refiero a eso, ni
tampoco al clásico insomnio causado por los fantasmas interiores.
Me refiero a que cada madrugada pasan por mi calle no menos
de tres autos con la música a todo volumen. Por lo general cumbia, bachata o
marcha. A veces ni siquiera son autos, sino el vecino de enfrente, que no se
limita a escuchar su basura sino que también grita y ríe al mismo volumen junto
a sus amigos.
No me molesta que esto ocurra un viernes o un sábado; yo
también he hecho reuniones en casa. Pero esto pasa cualquier día de la semana.
Una vez, hace un par de años, cando esto comenzaba a ser un flagelo, alguien
llamó a la policía y vino. Les pidió que bajen el volumen y lo hicieron. Lo
reemplazaron por alaridos preguntando quien había llamado a la policía, que
podrían habérselo pedido bien. Ja. Sí, claro. Seguro que es re-razonable. Como
si todos tuviéramos ganas de arruinarnos la noche a las piñas o algo peor.
Cada navidad y año nuevo sufro. En la esquina de mi casa (Parque
Chacabuco) les pinta juntarse. Abren el baúl de un auto y ponen la música
fuerte, además de gritar, reír, tomar y tirar cohetes. Eso hasta las 7 u 8 de
la mañana. Una vez hasta hubo un enfrentamiento de dos patotas, vaya uno a
saber el honor de quien se vio mancillado.
Este primero de enero fue peor, y no tengo dudas de que va a
seguir empeorando. Tres autos pusieron música a todo volumen y ¡Había una
camioneta arriba de la vereda! Cada uno en la suya, parecía no molestarles. Era
un infierno el living de mi casa. Hubo menos petardos, pero más gente
alcoholizada.
Cada año, cada mes, es peor y va a seguir así. No hay una
autoridad para, aunque sea, calmarlos, recordarles que hay vecinos que queremos
dormir o bebés que se asustan y lloran.
No hay educación, por lo tanto nadie les enseñó respeto al
prójimo. Y no veo que la educación vaya a mejorar. Las escuelas dan miedo y los
padres de los chicos delegan toda responsabilidad en la institución. Si el niño
es malo es culpa de la maestra.
Alguien, enojado, por ejemplo yo, tendría que bajar y
pedirles a esos muchachos amablemente que se retiren a las puertas de su propios
hogares. Pero alguien como yo no quiere agarrarse a piñas. Mis argumentos son
válidos, los de ellos no, pero intentarían justificarse. Todos sabemos lo que
pasa cuando alguien cuerdo y lógico se enfrenta a un grupo de inadaptados. Ganan
estos últimos. Y la verdad que no quiero sufrir la violencia en carne propia.
Ya me alcanza con soportarlos desde mi cama.
Los hemos dejado ganar y ya perdimos la batalla. Ellos
piensan que como no decimos nada no nos están molestando. Pero si fuéramos a
encararlos seríamos tildados de chetos que no entendemos nada de la diversión y
de la vida / Viejas malcogidas que necesitamos una buena poronga.
Esos seres no conocen otra forma de entretenimiento que no
sea juntarse con similares en el cordón de la vereda a tomar cerveza escuchando
eso que llaman música. Creen que nosotros estamos equivocados y les tenemos
envidia. Que quisiéramos ser tan grosos cómo ellos. Que tienen auto o moto y
parlantes potenciados, que se juntan con los pibes para romper la noche y se
levantan minitas que les entregan todo.
No aceptan su propia frustración. No se dan cuenta que
podrían tener más y ser mejores sin joder a los demás, sin buscar la ventaja o
hacer todo por izquierda y no como la gilada. Y quieren ascender en la sociedad
por la fuerza. El gobierno ha apoyado esto con sus planes y la
"igualdad". Pero eso es otro tema.
Esa visión de "la avivada" es la imagen que hemos
dado al mundo del argentino medio. Les hemos hecho creer que todos somos como
"El Diego". Que nos movemos al filo del reglamento allá donde vayamos
y que creemos que la tenemos re-clara y que todas las mujeres del mundo caen a
nuestros pies.
No se ustedes pero yo me siento re lejos de eso. Vivir
organizados es más fácil, es más tranquilo y más saludable. Pero si todos
fuéramos respetuosos de las leyes no podríamos obtener esas pequeñas ventajitas
que nos hacen sentir dioses por un instante, aunque en lo más profundo de
nuestro ser, sabemos que somos de lo más pelotudo.
Por lo pronto, prefiero soñar con algún día irme lejos,
porque esto está cada vez peor. Peor y peligroso. No nos cuida nadie y puede
ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Eso sí, no pretendas comprar algo
en el exterior porque serás tildado de anti-patria y perseguido por las
autoridades.